Para ver esta nota en internet ingrese a: https://www.elcomercial.com.ar/a/35318
comentario político semanal

Susto a la continuidad

La salud de Gildo Insfrán, también contribuye a la debilidad política del pejotismo. La preocupación se amplifica, en aquellos que cuidan sus privilegios. El tiempo es inexorable.   

En un día que parecía destinado a consagrar el orgullo peronista con la provincialización de Formosa, un giro inesperado sumió a los presentes en una incertidumbre palpable. Mientras Ana María del Riccio, la dirigente del PJ enaltecía el hito como un logro exclusivo del movimiento nacional y popular, la liturgia de los actos conmemorativos se vio abruptamente interrumpida por un imprevisto que nadie anticipó.

El gobernador Gildo Insfrán, figura central de todos los actos, sufrió un problema de salud repentino que obligó a suspender la ceremonia de manera precipitada. El silencio se apoderó del lugar, permeado por la tensión y el desconcierto. La transmisión oficial captó el momento exacto de la descompensación de Insfrán detuvo a la retórica dirigente, quien buscó orientación entre los presentes sobre cómo proceder.

Intentaron reanudar el evento, pero fue en vano. La orden de detener todo llegó rápidamente a través del locutor oficial, anunciando el fin abrupto del acto que había sido transmitido por todos los medios provinciales. Mientras tanto, Insfrán fue trasladado a la casa de gobierno, donde la falta de información oficial alimentó especulaciones variadas sobre la gravedad de su condición.

Un célebre personaje

En medio del caos, el Ministro de Gobierno, Justicia y Trabajo, Jorge González, se apropió de un rol destacado como le gusta, interviniendo en una de las numerosas radios del gobierno para intentar calmar la situación con declaraciones ambiguas que no hicieron más que aumentar la confusión. Desde minimizar el incidente hasta desacreditar a la oposición por sus comentarios sobre la salud del gobernador, González se convirtió en un protagonista más de este drama político en tiempo real.

De vocero oficial, de periodista frustrado, de cardiólogo o sencillamente con una gran nostalgia de sus nefastas conferencias de prensa cuando violaban los Derechos Humanos en pandemia y distraían de manera atroz, provocó el efecto totalmente contrario al que quería lograr. Exactamente igual que en sus conferencias de prensa diarias.

El funcionario, "sancionado" con cadena perpetua a la mendacidad presunta por la opinión pública, trató de ensayar una diagnóstico sin importancia como un "vahído", para graficar que el gobernador ya casi había vuelto a "correr una maratón" en su agenda de gobierno y que hasta la ambulancia había exagerado al hacer sonar sus sirenas e ir hacia la casa de gobierno.

Claro, no todos tienen el límite cultural que exige no mentir porque en política la falsedad deliberada tiene un estatuto distinto. Ahora, hay personas que no pueden volver del engaño a la sinceridad como si fuera un acto de magia y esperar que la gente le crea.

Quizás si la desmentida torpe y urgente de González, hubiera tenido algún médico a su lado o un vocero calificado la estrategia hubiera sido mínimamente pasable pero como ocurre siempre con las exageraciones del funcionario, terminó "yéndose al pasto".

 

Reminiscencia de pandemia

El ministro "pluricartera", pasó de una cuestión de estado como es la salud del gobernador, a sus ataques a la oposición, tal cual ocurrió en la pandemia. Se manifestó "sorprendido" por la actitud de "determinados medios y fundamentalmente de actores de la política que están escribiendo barbaridades respecto del estado de salud del Gobernador". "No hubo ninguna situación, salió una Diputada a decir que iba a haber un vuelo sanitario, nada que ver. Ahí se ve la ruindad de ciertas personas que demuestran en ese momento su verdadero rostro" dijo aprovechando para descalificar.

Es obvio que nuevamente la misma persona que se erigió en el rostro visible del peor sometimiento de los formoseños en pandemia, bajo las órdenes de Insfrán, volvía a fracasar en su intento de imponer sin la más mínima rigurosidad, nada menos que una situación de salud del gobernador. Imponer la realidad.

Un rato después y visto que, "en boca del mentiroso, lo cierto se hace dudoso", el propio Insfrán salió a pasear en su camioneta para abrazarse con figuritas repetidas del  modelo.

La falta de un parte oficial solo exacerbó las críticas y las conjeturas públicas, mientras las redes sociales ardían con teorías y especulaciones. Insfrán, tratando de proyectar normalidad, apareció más tarde en público, conduciendo su camioneta y posando para fotos que pretendían transmitir calma y control sobre la situación.

 

La rutina de embaucar

La falta de transparencia y la ausencia de un informe médico adecuado dejaron al público con más preguntas que respuestas. ¿Qué había causado realmente la descompensación de Insfrán? ¿Por qué la reticencia a proporcionar información clara y detallada sobre su salud?

¿No hubiera sido mejor que el gobernador se tomara el día para descansar? ¿Que un cuerpo de médicos explicara lo que había sucedido con suficiencia y que además expusiera a la opinión pública el estado de salud de Gildo Insfrán? ¿Que se realizara exámenes más exhaustivos?

Queda más que claro que Insfrán se obliga a sí mismo a no proyectar una imagen de debilidad ante la sociedad lo cual es una apuesta imprudente pero que a su vez deja expuesto que si su imagen se debilita, todo el modelo cruje.

No se puede descartar la longevidad del gobernante y es una cuestión de sentido común entender que una descompensación en la presión no es lo mismo en alguien como él que en una persona joven y sin afecciones de ningún tipo.

El no admitir que la salud es algo con lo que no se puede especular políticamente, no es algo privativo tan solo para descalificar a la oposición como se viene haciendo desde siempre sino que es llevar el relato más allá de los límites de la ficción.

La respuesta parecía estar en la fragilidad del liderazgo único que Insfrán representa. Con una figura central tan arraigada en el poder y sin un sucesor claro, la estabilidad del modelo político de Formosa por un segundo o una eternidad, pendió tan solo de un hilo.

La opacidad y el secretismo solo terminaron socavando aún más la confianza pública, exponiendo las fisuras internas de un sistema que depende demasiado de la imagen de un solo hombre.

En última instancia, la salud de Insfrán no solo se convirtió en un asunto hasta de preocupación nacional, sino también en un símbolo de las fragilidades estructurales y éticas de un gobierno feudal que parece más preocupado por preservar su fachada que por enfrentar la realidad con honestidad y responsabilidad.

La lección que queda entre líneas y entre rumores, es la necesidad de una política basada en la transparencia y el respeto por la verdad, algo que parecía ausente en este drama político que jugaba con la salud y la confianza de toda una comunidad.