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El fracaso de González García

El gobierno nacional ha lanzado una campaña publicitaria, que se difunde con agobiadora frecuencia en todos los medios, en la que se presenta como el adalid de la reconstrucción argentina. Si un turista desavisado llega a nuestro país y escucha esa narración que realiza con su voz fatigada el presidente Alberto Fernández, puede pensar que en la Argentina se está produciendo uno de esos milagros de renacimiento desde las cenizas que la historia a veces registra, como los de Alemania, Japón e Italia luego de la Segunda Guerra Mundial.
Hay solo dos posibilidades que explican ese extraño comportamiento: una absoluta y patológica desconexión de la realidad por parte del presidente y sus principales colaboradores, o un cinismo de proporciones tan enormes que nos hace oscilar entre la indignación y la carcajada.
En todas las áreas de la administración la gestión es pésima. Esa ineptitud se debe, en parte, al peculiar modo de toma de decisiones del Poder Ejecutivo, que ya no oculta que es solo un apéndice de la vicepresidencia de la Nación, pero también a la indiferencia del presidente y sus ministros sobre cualquier noción de buenas prácticas. La falsa dicotomía que se planteó en el inicio de la pandemia entre salud y economía la demostró el propio gobierno al destruir las dos.
Por cierto, en el campo de la salud pública, dada su relevancia desde la llegada del coronavirus, los dislates son más visibles que en otros. El kirchnerismo había librado una batalla -épica, como todas las batallas imaginarias en que se embarca- contra la decisión de Mauricio Macri de otorgarle al área de Salud el rango de Secretaría en lugar de ministerio, en el marco de una reasignación general de la administración que reducía la cantidad de ministerios para favorecer la austeridad. Pero el cambio de rango no significó la disminución de funciones ni de recursos. No obstante, como la realidad es un dato irrelevante para el kirchnerismo, apenas volvió al poder reinstaló a Salud como ministerio. Al aparecer el primer día en sus oficinas, Ginés González García fue recibido estruendosamente al grito de “¡Salud es ministerio!”, mientras saludaba a sus acólitos con los brazos en alto como si hubiera logrado una hazaña.
Esa modificación puramente gestual no operó, como cabía esperar, ningún beneficio tangible. Hubo ministerio, pero no hubo ministro. Es innecesario recordar aquí las grotescas declaraciones sobre la pandemia que fue haciendo desde el anterior verano el doctor González García: que el virus no llegaría, que no sería más que una gripecita, que el pico era inminente, etc. Mientras tanto, la Argentina llegaba a los niveles más altos de contagiosidad en el mundo, al tiempo que su economía caía a pique por la absurda clausura casi total de sus actividades. Los recientes bloopers sobre las vacunas solo confirman un modus operandi caracterizado por la falta de idoneidad y la temeraria irresponsabilidad, imperdonables cuando están en juego la salud y la vida de los argentinos.
Para sorpresa de todos (y cabe imaginar que del propio presidente), el pasado 15 de diciembre informó que nuestro país no cuenta con ningún acuerdo para adquirir la vacuna contra el Covid-19 desarrollada por la empresa farmacéutica Pfizer. Según el ministro, la razón de esa carencia sería que la empresa intentó imponer en la negociación “condiciones algo inaceptables”. Ya la expresión sería cómica, si no fuera trágica, porque si solo son “algo” inaceptables, no parecen tener entidad como para privarnos de una vacuna tan imprescindible.
¿Cuáles son, además, esas condiciones? No las precisó. Incómodo, fue deliberadamente vago en sus explicaciones a la prensa. Todo esto toma un cariz más alarmante porque fue el propio Poder Ejecutivo el que solicitó al Congreso que sancionara una ley que brindase un marco de certeza a las empresas fabricantes de vacunas contra la enfermedad por coronavirus. Y en virtud de ese pedido se sancionó la ley 27.573, que en su artículo 4° faculta al Ministerio de Salud a incluir en los contratos que celebre y en la documentación complementaria para la adquisición de vacunas destinadas a generar inmunidad adquirida contra la Covid-19 cláusulas que establezcan condiciones de indemnidad patrimonial respecto de indemnizaciones y otras reclamaciones pecuniarias relacionadas con y en favor de quienes participen de la investigación, desarrollo, fabricación, provisión y suministro de las vacunas, con excepción de aquellas originadas en maniobras fraudulentas, conductas maliciosas o negligencia por parte de los sujetos mencionados.
Se ve que la eterna conspiración antiargentina ha tendido otra vez sus redes. Como somos tan buenos, no nos quieren. Pareciera que las condiciones algo inaceptables que le exigieron a la Argentina no se las exigieron a otros países del mundo, entre ellos algunos de nuestra región, que firmaron los respectivos contratos y ya están recibiendo las vacunas. ¿La torpeza se deberá en este caso a un prurito ideológico surgido del Instituto Patria, dado que Pfizer es una empresa norteamericana? Es posible que sí, y que por tal motivo se haya privilegiado a la vacuna rusa. Pero esta no solo no ha completado todas las fases de ensayos y pruebas clínicas, sino que ahora el señor Putin dice que él no se la dará porque no se comprobó todavía su eficacia en personas mayores de 60 años, que son justamente las que más la necesitan, junto a otros grupos de riesgo.
Aquí debemos hacerle al ministro (¡ministro, no secretario!) de Salud un reconocimiento. Su proverbial torpeza hizo que hubiera problemas en el transporte aéreo, lo que impidió que las primeras partidas llegaran en la fecha prevista y de esa forma se evitó que se vacunara a los argentinos con una vacuna de la que los propios rusos desconfían.
Es increíble, a esta altura, que Ginés González García permanezca en funciones. En un gabinete tan mediocre, ha logrado destacarse por sus constantes negligencias, que ya pueblan las redes sociales con memes y otras expresiones humorísticas. Es un papelón andante, que debe renunciar inmediatamente.
Diputado Nacional
 (Juntos por el Cambio- PRO) - CABA

Por: Jorge Enriquez