A nuestros candidatos a presidente
Nuestra realidad requiere de una persona con aspiraciones a transformarse en estadista, sino, será un fiasco, un mediocre funcionario del Estado que llevará a los argentinos a un nuevo fracaso
Por Miguel Ángel Troitiño

Todos los ciudadanos argentinos, los que queremos a nuestra Patria con su gente, costumbres, tradiciones, idiosincrasia, símbolos y a nuestra tierra con bellezas naturales y la riqueza que contiene, sabemos muy bien que podemos ser parte de un país mejor.
La historia y nuestra actualidad nos confirman que las virtudes y valores potenciales, por si solos, jamás harán realidad la Argentina deseada.
¿Alguien tiene dudas que Argentina necesita líderes que organicen y guíen al país hacia ese destino trascendente? Pero esos líderes requieren visión, gestión, honestidad, coraje y tiempo.
Nos hemos acostumbrado a observar cómo la pelea electoral por ganar, hasta ahora, se ha basado en cargar contra el adversario y sus debilidades con construcciones banales, superficiales, tergiversadas, estereotipadas. ¡Yo no lo hice!, ¡el daño lo hizo otro!, ¡es gorila!, ¡es zurdo!, ¡es un panqueque oportunista!, ¡la culpa es de él!, ¡es un facho!, ¡sus ideas generarán sangre y muerte!, etc. Ok, ¿y entonces qué?, todas estas descripciones del otro, ¿de qué sirven?.
Seguimos sin observar un debate profundo a partir de la presentación de planes que muestren el "qué queremos", el "cómo lo haremos", el "con qué recursos" y, finalmente, en "qué tiempo". Eso daría seriedad, previsibilidad y confianza, aspectos que esta sociedad tan golpeada necesita y merece saber.
Es el momento para hacerlo, en vísperas de la selección de quien deberá liderar la República Argentina, y que tiene aspiraciones de guiarnos por casi una década. Es tan profundo el problema que tenemos que los ciudadanos merecemos definir nuestro voto a partir del análisis de propuestas serias, con argumentos y contenidos. Somos conscientes que no existe magia ni milagros que nos lleven a una solución inmediata. No podemos dejarnos engañar por discursos que giran en torno a propuestas de corto plazo o a una enumeración de acciones inmediatas inconexas, definidas como soluciones por sí mismas.
Nuestro país lleva varias décadas amarrado a oratorias sólo dirigidas al éxito inmediato y particular, con resultados que muestran décadas de una constante decadencia socio-económica. Está claro que no se puede seguir con las mismas políticas que nos han llevado a la realidad patética que nos define y cuyos resultados padecemos.
Este país sobrevive gracias a un diseño que perdura desde épocas en que a la Argentina se la pensaba en grande, el cual hemos explotado y erosionado hasta agotarlo. Es tan triste nuestro papel ante el mundo que no nos damos cuenta que para determinados intereses extranjeros somos funcionales a partir de la constante subordinación desde una posición débil, dependiente e intrascendente. Nuestra política internacional es errática e incoherente. ¿A qué propósito superior nacional contribuye?
Estamos imbuidos de un sistema perverso e ineficiente, liderado en muchos casos por personas que, en su rol dirigencial, se han acostumbrado a servirse y no a servir, tolerado por una ciudadanía con actitud de resignación, impotencia, conveniencia o comodidad.
Un sistema que ha concebido una economía desquiciada, con un atroz endeudamiento y un desorden irresponsable, con nula confianza mundial, sin planes de desarrollo tales como aquellos relacionados con la producción, el transporte, la infraestructura, la comercialización, el bienestar y la calidad de vida. Sumado a esto, valores denigrados como el de la educación, relegada e ideologizada, el trabajo genuino, el sentido del esfuerzo y la superación personal. Todos ellos convertidos en herramientas de progreso menospreciados y sin incentivo, el clientelismo como sistema de esclavitud moderno.
Algunos datos concretos nos deberían estimular para convencernos e impulsarnos a realizar un verdadero cambio: tenemos una floreciente industria automotriz, reservas mundiales de litio, cobre, petróleo, gas y minerales raros que, considerados esenciales para el mundo, podrían motorizar una verdadera revolución exportadora y la llegada de una genuina prosperidad.
Argentina es uno de los más importantes productores de granos del mundo, base de la alimentación hoy de 400 millones de seres humanos, con posibilidades de crecer aún más en valor agregado. Nuestro país, geográficamente extendido en latitud, nos garantiza la capacidad de generar una diversidad de productos alimenticios extraordinaria.
Somos copropietarios de una hidrovía que se halla entre las más importantes del mundo y somos el camino más directo de Occidente a la Antártida. Gozamos de una naturaleza y biodiversidad tanto terrestre, como marina, envidiada y deseada por el mundo.
Si a estas características agregamos el conocimiento científico plasmado en el desarrollo de la energía atómica, la tecnología aeroespacial, las energías renovables, entre otras, en que los argentinos nos destacamos a nivel mundial, nos deberían permitir afirmar que tenemos sobradas condiciones para transformarnos en una Potencia Mundial.
Tener un Proyecto de Nación que defina lo que queremos y cómo lograrlo, explicando con qué y en cuánto tiempo, nos permitiría hoy orientar nuestra discusión electoral a temas importantes y proyectar el esfuerzo hacia objetivos estratégicos de peso. Por supuesto que la crisis es tan profunda que requiere de medidas inmediatas para que se encauce y ordene la situación. ¡Pero cuidado!, si esas acciones no están vinculadas a un fin superior, volveremos a caer en la improvisación.
El lodo del cortoplacismo nos ha llevado a no darnos la posibilidad de pensar estratégicamente a mediano y largo plazo, es decir a "pensar en grande". La solución a nuestro problema no es inmediata, ni se logra con la gestión de un solo Gobierno. Resolver el descalabro socio-económico que hemos sabido crear requiere de liderazgo, esfuerzo y continuidad en tiempos que deberían ser definidos más allá de aquellos electorales. No existe grieta alguna cuando se piensa, se hace en grande y para todos.
Señores candidatos a Presidente de la Nación Argentina, nuestro país y sus ciudadanos exigen que estén a la altura de la situación y que presenten un plan serio, pensado, priorizado y diseñado en el tiempo. Que sea integral, abarcando todas las áreas de interés, demostrando la interrelación de las mismas. La economía no es un fin en sí mismo y, por ello, no se soluciona solamente con herramientas económicas. Presenten sus equipos de trabajo y que ellos hablen, demostrando solidez e idoneidad para hacer realidad lo planificado. Es tiempo de "pizarrón y tiza", es tiempo de explicar y no de tirar bellas ideas seductoras.
Sean merecedores del cargo que pretenden alcanzar. El saber, el sentido común, la comunicación y la empatía deberían ser características esenciales de aquellos que participarán de las acciones del Gobierno. Nuestra realidad requiere de una persona con aspiraciones a transformarse en estadista, sino, será un fiasco, un mediocre funcionario del Estado que llevará a los argentinos a un nuevo fracaso.
((InfobaE)