Rehenes, pero libres
Es hora de que los ganadores de nuestro país tomen la responsabilidad de administrarlo
Por Hugo Flombaum

Muere un establishment, no hay nadie que lo sustituya. Esa sería la síntesis del actual momento. Alguien que respeto me dijo hace unos días, "Argentina es un país administrado por los perdedores, qué tal si probamos con los ganadores", pregunto, ¿Quieren los ganadores de este país asumir la responsabilidad?
Quienes son los perdedores, los ineficientes, los eternos protegidos, los subsidiados, los que no producen divisas y las consumen.
Quienes los ganadores, los que son capaces de competir en el mundo global, los que a través de servicios o comercio suman divisas, los que amplían las fronteras comerciales en lugar de cerrarlas.
Quizás ese sea el gran problema de nuestro país. Es inédito que en un país convivan dos situaciones que se contradicen. La administración pública en manos de los perdedores y el poder económico en manos de los que no se responsabilizan de la cosa pública. Todo se disfraza en el dicho "yo en política no me meto". Pues aquí estamos, quebrada la nación y los económicamente poderosos con un PBI guardado en distintos lugares menos en el Estado, que está administrado por los empleados de los perdedores
Mientras esto pasa en las alturas del poder, en el conjunto de la sociedad convivimos los que somos rehenes del poder institucional o aquellos que son dependientes de su gracia.
La actitud de los rehenes en los diferentes actos electorales nos muestra dos actitudes, alrededor del 50% elije entre las opciones y en general, si aprueban la administración local apoya y si no es así elige cambiar. Pero el otro 50% o no vota, o anula su voto, o vota con bronca por el más lejano a la posibilidad de administrar.
Una gran parte de nuestra comunidad es rehén del viejo establishment, convencidos del relato de que los perdedores de nuestra economía podían seguir repartiendo beneficios a partir de lo que puedan arrancarles a los ganadores para distribuirlos sin prestación en cambio.
Ese conjunto social, tantos años engañados, creyendo que había un barril sin fondo, se han convertido en secuestrados con el síndrome de Estocolmo que caracteriza a los que se enamoran de sus captores. Ese síndrome tiene cura, pero no es reprimiendo a las víctimas, es haciéndose cargo de la cura del enfermo.
Esa cura es con educación, con la generación de un hábitat digno, con el acceso a la prevención en la salud, con seguridad y orden. No con regalos, sino generando la libertad necesaria para desarrollar el tratamiento. Si el paciente tiene la libertad de poder hacerlo, el tratamiento de que se haga cargo de si mismo tendrá éxito.
En las actuales circunstancias estamos frente a un abismo, si el próximo gobierno asume con la legitimidad de haber obtenido un porcentaje aproximado al 40% del 50% de los ciudadanos, la debilidad para enfrentar el desafío de recuperar la nación es muy grande.
Ya hemos vivido en nuestra historia un proceso parecido. En 1963 asumió la presidencia Arturo Illia con uno de cada 3 votos positivos a su favor y una cantidad enorme de votos en blanco.
A pesar de que su gobierno fue progresista en lo general y exitoso en la lucha contra la inflación a los tres años sucumbió por un golpe militar. En aquel momento la contraparte política era el peronismo proscripto, hoy no hay proscripción alguna. La reacción es contra un sistema que ha agobiado a la comunidad en todos los aspectos.
A los trabajadores destruyéndoles la posibilidad de acceder a un mejoramiento económico para su familia. Quitando el derecho a la educación pública de calidad para sus hijos y el acceso a una salud de calidad.
A los jóvenes dejándolos sin ningún horizonte en un mundo intercomunicado que les muestra todo aquello a lo que no pueden acceder.
A la clase media la imposibilidad de sostener aquello que les dio el país a sus padres y abuelos.
La rebelión es transversal a toda la sociedad y el enojo es generalizado.
Hoy los indignados no tienen opción como en aquel entonces, hoy el no voto es expresión de abandono, de indiferencia, de renegar al ser nacional.
Es hora de que los ganadores de nuestro país tomen la responsabilidad de administrarlo haciéndose responsables de favorecer a las víctimas del secuestro con la libertad de poder reconstruirse.
Nótese que me cuido con no usar los verbos dar, beneficiar u otorgar. Solo hablo de facilitar dando la libertad de poder lograr la reconstrucción de sus vidas, luego de años de secuestro.
Es hora de que participen de la lucha por el poder y asuman la responsabilidad de sostener la política no como algo que los excluye sino como parte de sus responsabilidades.
El administrador de la cosa pública debe ser un emergente de la vocación nacional, producto de una actividad comunitaria, no como resultado de una compulsa entre profesionales que se muestran en una vitrina entrenados por marketineros que viven de una presunta habilidad de encantar a votantes.
La participación de los que tienen algo para perder, y la libertad para crear y desarrollarse es el desafío. Garantizando los servicios básicos que supimos tener y nos los sacaron a costa de enriquecer a un grupo de profesionales sin compromiso y de empresarios prebendarios sin destino.
Una propuesta, para recuperar la política como una actividad digna, probemos separando las elecciones municipales de las provinciales y generales, de esa manera nacerá una nueva corriente de dirigentes realmente representativos.
(InfobaE)