Un año de gobierno. Un país real escondido detrás de un relato

Argentina suele ser complicado y muchas veces indomable, quizás por eso todos los gobiernos suelen tener una comunicación excesivamente optimista donde se magnifican logros y se ocultan fracasos. Está en el ADN de la política local, todos lo aceptamos de tal manera que lo recibimos ya preparados para relativizar con prudencia. Como dice un viejo analista político: “Antes de analizar el relato oficial, de cualquier gobierno, es recomendarle sacarle el IVA”. Una manera irónica de demostrar que existe una parte del discurso que forma parte del condimento comunicacional, que no suele corresponder al contexto.
Pero este gobierno superó todos los límites. Su relato está minado de contradicciones y conlleva un sinfín de anuncios tan fácilmente rebatibles que dejan de ser serios a los pocos minutos de comenzar a circular masivamente.
Si hacemos el ejercicio de tomar la palabra oficial como algo irrebatible, podríamos decir que el gobierno tiene mucho para celebrar este jueves al cumplir un año de gestión. Un ejemplo cabal fue la mención del presidente Alberto Fernández, el pasado jueves ante empresarios de la Unión Industrial Argentina, cuando aseguró que este año su gobierno logró que “ningún argentino pase hambre”. Sin embargo, las mediciones del Observatorio de la Deuda Social de la UCA que indican que la pobreza llegó al 44,2% y que más de seis de cada diez chicos la padecen, conocidos ese mismo día, hacen dudosa e irreal, tamaña afirmación.
En esa celebración, y siempre aferrados al relato oficial, deberíamos sumar que este gobierno obtuvo acabados resultados en la lucha contra el Covid-19. En su debido momento el propio Presidente se encargó de realizar las comparaciones correspondientes demostrando que somos un modelo en el mundo sobre cómo afrontar la pandemia. Suecia, Chile, Brasil, España fueron invitados a revisar sus logros sanitarios y económicos y a observarnos un poco, para recalcular y retomar un camino exitoso. El éxito de la gestión antipandemia, sin dudas, lo resumió el presidente con una frase: “¿Se imaginan a Mauricio Macri en el gobierno durante la pandemia? Tendríamos que lamentar diez mil muertos”. Contundente. Pero, los indicadores nos dicen que la Argentina, de acuerdo con un trabajo de la Agencia Bloomberg, se ubica como el segundo peor país en el mundo donde se ha transitado la pandemia, tanto desde el punto de vista sanitario, como económico y social.
Mucho menos fue óbice, para no dar consejos al mundo, que esta semana superaremos los 40.000 muertos, y que seguiremos sumando en esta irreparable estadística por el retraso en la carga oficial de datos, sin reparar que contamos con una cantidad de contagios indescifrables por los pocos testeos realizados. Nada de eso alteró el optimismo presidencial al recordar que ya no gobierna Mauricio Macri.
Eso sí, para mostrarnos como ejemplo, también deberíamos pasar por alto que la economía cayó a niveles récord, culpa de una estrategia inexplicable de cuarentena eterna, o que se fueron empresas del país, cerraron Pymes, y se crearon 15 impuestos en solo un año, un impuesto nuevo cada 15 días, como para hacer más difícil la llegada de inversiones. Otra curiosidad, el relato de gobierno, repetido a lo largo del año, estuvo referido a los ingresos de los jubilados. Muchos de los funcionarios actuales fueron legisladores cuando se trató la reforma del cálculo previsional en diciembre de 2017, el día de las 14 toneladas de piedras, cuando violentaron la sesión de un modo que puso en riesgo la institucionalidad. Hoy no solo hacen silencio cómplice, sino que además detallan sin sonrojarse “que este año se recuperaron recursos perdidos durante los últimos dos años de Macri con los aumentos discrecionales otorgados por el Poder Ejecutivo”. Solo les falta agregar que esto se hizo “gracias a desactivar la timba financiera de las Leliq”, como había prometido Fernández en la campaña electoral. ¿Intentarán engañarnos aquellos que aseguran que este gobierno llevó adelante uno de los ajustes al sector previsional más grande en muchos años? Los bolsillos de los jubilados no mienten.
Para detallar cada uno de los éxitos en materia educativa basta mostrar el apacible comportamiento de los aguerridos gremios docentes que pusieron en jaque con medidas de fuerza prolongadas al insensible gobierno anterior. Debe ser tan buena la gestión que ni gacetillas denunciando el abandono de la educación llegaban a las redacciones, claro, excepto en esa isla insensible que es la ciudad de Buenos Aires. Quizás por esto no se notó que pasamos un año sin clases presenciales a pesar de que, en otros países, donde afrontan un rebrote del virus, mantienen las escuelas abiertas porque los chicos no son un factor de riesgo y del constante pedido de padres y médicos epidemiólogos para volver al modo presencial.
Algunos especialistas señalan que esto tendrá un costo a futuro que se verá en la re-vinculación de cientos de miles de alumnos que este año perdieron todo contacto con la escuela. Pero seguramente, deben estar equivocados, tanto como los que señalan que el Conicet presenta este año los salarios para investigadores más bajos en 15 años. Después de todo este es un “gobierno de científicos y no de CEOs”.
En materia de libertades y derechos seguramente hubo un seguimiento del accionar de las policías provinciales para que estas no se excedan en el control del tránsito comunitario durante la pandemia, uno de los delitos más graves con los que tuvieron que lidiar. Y deben haber actuado de modo impecable, ya que ningún organismo de derechos humanos, ni la Secretaría de Derechos Humanos, ni el INADI, tomaron en cuenta las 200 denuncias de violaciones de derechos humanos y civiles que se dieron en distintas provincias por discriminación y abusos policiales, mientras “controlaban” el tránsito comunitario. Confiemos en la palabra gubernamental.
Además, este fue un año donde el gobierno se pudo jactar de no presionar a la justicia, respetando la independencia de poderes en cada una de sus acciones. El Presidente mantuvo intacta su posición respecto a casos como los del memorándum con Irán, Nisman, Ciccone y todos los relacionados con la corrupción kirchnerista. Sin duda, fueron los medios hegemónicos quienes instalaron la reforma judicial, pidieron la revisión de jueces trasladados, sobre todos aquellos que tenían parte en esas causas de corrupción que afectan al kirchnerismo. Y fue una anécdota de fin de año que muchos funcionarios y legisladores oficialistas pidan por los derechos de Amado Boudou, por una causa de corrupción que comenzó durante el propio gobierno kirchnerista, sin reparar que durante todo su proceso se pronunciaron 15 jueces de distintas instancias.
Ni hablar de política internacional, donde las posturas del gobierno fueron muy claras y no permitieron una doble interpretación. Eso sí, frente a la dictadura venezolana no sabemos muy bien cuál es, porque mientras que la Cancillería decía una cosa, los representantes en la OEA y en la ONU votaban distinto.
Por: Daniel Santa Cruz