Derrota electoral del Gobierno: no conciben que un pobre no los banque ideológicamente
La crisis de representación que existe en los barrios quedó evidenciada en las elecciones. No hay que olvidar que hay sueños que necesitan financistas

La crisis de representación que existe en los barrios despertó la ira de muchos compañeros que tratan de “ingratos” a los que menos tienen. Esta irracionalidad de creer que los pobres te deben algo, ya sea simpatía política, el voto o lo que fuera, ha mostrado las hilachas de quienes creen que el pobre es sólo estómago o sólo bolsillo: no conciben que un pobre no los banque ideológicamente.
El centro de la política peronista hace rato se viene corriendo hacia la izquierda, en especial desde lo moral/ideológico, mientras que permanece estancado en lo económico. Quienes defiendan el ATP deben saber: no llegaron los ATP a los barrios pobres, donde todos sabemos que se comercia desde la informalidad. El IFE duró 3 meses y la pandemia un año y medio. Los planes sociales y algunos beneficios solo llegan a la población más politizada y los pobres antiplanes (incluyendo algunos que los cobran) son cada vez más. La inflación es apabullante, el billete de más alta denominación no llega a llenar una bolsa de mercadería. Hace rato que ya no hay una época del mes que no se viva como fin de mes.
No podemos ser tan infantiles de echarle toda la culpa al “voto bronca” porque las cosas nunca suelen ser tan simples por estos pagos. Suele verse que el político hable con el corazón y el laburante le responda con el bolsillo, ahora pasó que ni siquiera sintió que le hablaran a él. ¿A cuántos incluís cada vez que decís todes y a cuántos dejás afuera? Si no se habla el mismo idioma, difícil que surja una identificación. El precio de sentirse inclusivo se paga caro: dejás afuera a muchos que todavía no resolvieron demasiados quilombos como para seguirte el tren. No me terminó de cerrar el feminismo y ya me estabas corriendo con la movida no binarie.
Aclaremos algo: la mayoría de la gente no está en contra de estas causas. Tampoco están a favor. Simplemente son causas ajenas, amorfas, extranjeras. La mayoría no las abraza simplemente porque no les generan ni fu ni fa. En todo caso está claro (para nos, los politizados) que no son causas en detrimento de la justicia social, pero que son percibidas como grandes distracciones: ¿Qué estabas haciendo mientras yo le quedaba debiendo al almacenero porque la yerba se me fue a 500 pesos?
Y acá entra algo incómodo para muchos pero que es necesario decir: las grandes mayorías no tienen agendas ideológicas. Las grandes mayorías no quieren que les rompas las pelotas, y tampoco te las quieren romper a vos. Cada vez que me cancelás un artista que me encantaba o me hacés sentir una porquería por reírme de algún cuento viejo pienso más que vos y yo no tenemos nada que ver. Si ni siquiera nos reímos de lo mismo, si no me dejas reírme a mí, si me retás como a un nene cuando digo algo “incorrecto” ¿en serio esperás que me identifique con vos?
Hace rato que venimos diciendo: guarda que la mayoría no se prende en tu movida progresista, guarda que las mayorías tienen otros problemas y otros valores. Una población que viene empobreciéndose hace años en picada, enojada por la falta de escuela, destruida por las restricciones de la pandemia viendo cómo las políticas siempre parecen tocarle a gente “especial” o minoritaria. ¿Y yo, que soy común, para cuando?
Esta corrida hacia la izquierda moralista (que hoy no hace autocrítica si no que nos trata de odiadores seriales de minorías) es cada vez más notoria y genera un quiebre de representación. ¿Es culpa de las minorías postergadas? ¿Hay que seguir postergándolas hasta el infinito? Claro que no. Mientras se reivindicaron los derechos de estas personas, cayó el poder adquisitivo de todos, minorías y mayorías por igual, por lo que queda a la vista que una no agenda fue en detrimento de la otra. Podría haberse llevado otra agenda, más popular y pragmática en paralelo, pero no se hizo y, aun así: cuidado, porque a nadie le gusta que le impongan lo que tiene que pensar.
“Tus problemas siempre son más importantes que los míos” es una frase que escuchan muchas parejas antes de separarse. El peronismo es ese partido que alguna vez le hizo sentir a los pobres, a los trabajadores, a los excluidos, que sus problemas importaban, que ellos eran ahora el sujeto político, la agenda y el horizonte. Hoy tenemos trabajadores sin trabajo y con representantes que hablan a públicos más ideológicos que terrenales. Yo no pido que salgan de las redes, pero salgan de Twitter y péguense una vuelta por algún grupo de compra y venta de Facebook, que lo que van a ver es mortal.
Es esperable que las mayorías sin otra causa más que la de poder vivir tranquilo, tener un mango y que no te peguen un tiro para sacarte el celular, encuentre quien los represente sin pedirle un certificado de corrección política. El electorado (casi) siempre va a encontrar quien lo escuche, quien lo identifique y, sobre todo, quien no lo rete. (También pedimos que dejen de hartar con sus reglas que no le mejoran la vida a nadie y sólo los hace sentir superiores moralmente, pero aclaremos que esto no lo digo en nombre de nadie más que el mío).
Y claro, no todo son las grandes cuestiones morales de la vida. Mientras las mayorías sin grandes causas tenían reclamos concretamente materiales, se apostó cada vez más por lo simbólico. Pueden no caer mal las ampliaciones de derechos, pero no se olviden de Cabezas. Mientras que algunos no vieron venir que los sectores pobres tienen ideología propia, otros creyeron que iban a bancar la crisis con más fidelidad de la que se vio el domingo, y no son pocos los que creen que lo que hubo fueron problemas de comunicación. Spoiler: me disculpan, pero sospecho que billetera mata cassette.
Por otra parte, la relación con el Estado se volvió más notoria que nunca. ¿Mira igual el día a día el que sabe que va a cobrar todos los meses que el que vive apretando los dientes? ¿Cómo cayó que se levante el IFE en plena pandemia? Llamo a un juzgado y no hay nadie, pero a la noche me cruzo a la mina en un bar: el no retorno al laburo público de los que ya habían retomado la vida privada se vivió como una enrostrada violenta. ¿Hasta cuándo el Estado va a estar de cuarentena mientras yo tengo que lidiar con la vida a medias? Las decisiones aleatorias de qué cosas sí, qué cosas no, y ahora tengo que bajarme una app cuando este celu es una cagada y tengo que borrar otra para tener espacio.
Por Mayra Arena
Dirigente social peronista